Debemos derrotarlos en su terreno, podemos hacerlo, debemos hacerlo, y
algunos ya lo han hecho en el ámbito municipal y estatal (Bildu, IU Amaiur o Syriza,).
Tenemos que crear
un frente democrático anticapitalista, sino lo hacemos
corremos el peligro de ser destruidos políticamente.
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Al enfrentarnos la izquierda plural anticapitalista a la pregunta: ¿Qué hacer hoy, para construir el mañana? Es que tenemos que aceptar algunas premisas básicas, claro, eso si queremos ganar. La primera, la humildad, este debe ser el punto de partida, la soberbia no puede ser nuestra divisa, recordemos que somos juntos y, por separado, los derrotados y, que nuestras prácticas no nos han conducido de momento a ninguna victoria significativa, ni en el conjunto del estado español, ni en prácticamente ningún lugar del mundo.
La segunda es la imprescindible tarea y necesidad inaplazable de
analizar, en común, el mundo en que vivimos, claro está si es que
realmente queremos influir en la realidad y no ser meros comentaristas,
henchidos de una verdad supuestamente infalible en la que nadie cree, ni
defiende.
La tercera cuestión, en estos tiempos de derrota es comprender, como lo
han hecho otras izquierdas¬¬ –
por ejemplo en Euskal Herria–, que la
unidad de las fuerzas civilizatorias de la izquierda plural es
indispensable para derrotar a los enemigos de la democracia real y la
justicia social, en definitiva al capitalismo.
Por
último, debemos abordar con respeto las posiciones políticas que
consideran que la vía de la representatividad electoral burguesa no
conduce al triunfo del pueblo. Es más debemos forjar un estrecha
colaboración y unidad de acción, entre los que creemos en que todas las
vías que sean útiles al pueblo trabajador deben ser usadas y los que
buscan otros modelos de representatividad (15M, libertarios, etc.) pues
es más lo que nos une que lo que nos separa.
Humildad, análisis, reflexión, unidad, acción y respeto a la pluralidad
de las vías de transformación social deben ser los elementos básicos
para una nueva política
anticapitalista transformadora. Si no entendemos
esto, es más, si no ponemos en práctica estos principios, estamos
destinados a instalarnos en la derrota y el fracaso autocomplaciente (un
diputado más o menos). ¡Nacimos para ganar!, por eso debemos trabajar
para la victoria. Somos la mayoría: o avanzamos juntos o nos hundimos
por separado.
Tenemos que hacer
frente al nuevo capitalismo que aparece como
desbocado, pero nada más lejos de la realidad, su aparente descontrol
fue urdido desde el núcleo duro del poder capitalista –el complejo
militar-industrial, financiero y su clase política– fundamentalmente
dirigido por los EEUU, con el apoyo sumiso y complaciente de la UE y
Japón. Pero este mercado con normas “liberalizadoras”, aprobadas por los
parlamentos de la democracia formal y destinadas a enriquecer a este
núcleo de poder de forma fraudulenta, nos pueden llevar al fascismo
–forma extrema del capitalismo– o simplemente a una sociedad sumisa y
alienada incapaz de responder a la pauperización a que está siendo
sometida la humanidad en benéfico de una minoría explotadora.
La crisis capitalista, que ha llegado a Europa en forma de brutales
recortes de derechos sociales, laborales y políticos, hay que verla una
oportunidad. Hay que lograr que las clases populares descubran el
carácter inhumano y miserable del sistema. Que antepone los intereses
económicos a la vida de las personas. Para que estas ideas calen en la
conciencia de los hombres y mujeres es necesario ganar la batalla
ideológica y eso se hace ganado la cotidianidad de las gentes,
participando en ella, de forma que no aparezcamos como elementos ajenos a
la misma, sobretodo porque no lo somos. Pero para esto también resulta
imprescindible, además de las organizaciones y movimientos sociales de
base y fuertemente conectados con los intereses del pueblo, la
existencia de medios de comunicación propios y populares.
La patronal y partidos del sistema nos presentan los recortes sociales y
laborales como medidas económicas neutras e inevitables. Intentan que
los trabajadores crean que todo lo conseguido tras años de luchas y
autoorganización es
un regalo y no una conquista del movimiento obrero.
Pretenden que renunciemos y perdamos los derechos adquiridos después de
duras movilizaciones sociales como: educación pública, el derecho a la
salud, las pensiones, las bajas de enfermedad o el cobro del paro, etc.
Por eso quieren impedir las movilizaciones y criminalizar las protestas,
por eso hace falta defender la democracia. Para detener estos ataques,
del gobierno central y de los autonómicos, es imprescindible la lucha
popular de base protagonizada por los afectados (maestros, médicos,
parados, ancianos, jóvenes, mujeres, pensionista, etc.) y con el apoyo
de la ciudadanía y de las fuerzas políticas de izquierdas
anticapitalistas y democráticas presentes en los parlamentos.
La clase dominante capitalista, que se sabe en este momento todopoderosa
y omnipotente, nos ha ganado la batalla ideológica. La clase gobernante
encuadrada en partidos, organizaciones y medios de manipulación
ideológica, también nos ganan las elecciones “democráticas” y, sin
ningún rubor, nos aplican legislaciones de excepción, que vulneran de
forma flagrante los derechos humanos, democráticos y civiles. Y lo hacen
avalados
por esos resultados electorales (como hizo en Inglaterra, la
reaccionaria, Margaret Thatcher) lo que les permite presentarse con el
derecho gobernarnos con un simulacro de democracia autoritaria y
fuertemente represiva.
Debemos derrotarlos en su terreno, podemos hacerlo, debemos hacerlo, y
algunos ya lo han hecho en el ámbito municipal y estatal (Bildu, Amaiur, IU o Syriza,).
Tenemos que crear
un frente democrático anticapitalista, sino lo hacemos
corremos el peligro de ser destruidos políticamente. Y lo que es peor,
con la aquiescencia de la fracción más alienada y sumisa de los
trabajadores, que aún confían en que el capitalismo les salvará y con la
indiferencia suicida de los que asumen su derrota e impotencia.
El poder está dispuesto a todo con tal de asegurar su modelo de
dominación. Ahora nos amenazan con nuevas las leyes de excepción, que
tienen como objetivo desmantelar cualquier forma de resistencia. Da
igual que seamos gentes cultas, pacificas, democráticas y civilizadas,
pues eso es justamente lo que ellos no son y con lo que quieren acabar.
Usan todos los medios para manipular a la opinión pública (calumnias,
insidias, falsedades, fabulaciones y mentiras) y atacar cualquier
disidencia. Su democracia formal es cada vez menos sensata y mas
criminal. Ya no están a salvo de los ataques antidemocráticos de la
derecha gobernante y dominante ni los partidos de izquierda con
representación parlamentaria (IU, Amaiur, ERC, BNG, etc.) y esta
situación ira incrementándose según aumente la voracidad depredatoria
de este nuevo modelo de expoliación que el capitalismo monopolista a
puesto en marcha.
La solución, si partimos de los principios enunciados al inicio de este
artículo, es que nos impongamos como objetivo básico, de todos y todas,
la unidad de las fuerzas de izquierdas anticapitalistas en todas la
naciones y autonomías que componen el estado español. Posteriormente
deberíamos intentar construir con las otras fuerzas de izquierdas, que
no se definen como tales,
un frente democrático, para recuperar los
derechos y libertades que el capitalismo nos ha arrebatado y arrebatará.
Claro eso si queremos ganar.
La propuesta no es nueva, de hecho así ha ganado las elecciones la
izquierda vasca (Bildu o Amaiur), sumando, multiplicando y ¡No restando y
dividiendo! Pero claro eso se ha aprendido tras muchos años de
sufrimiento y asumiendo, que es preferible una política de consenso que
consiga innegables benéficos para el pueblo trabajador que ir de derrota
en derrota.
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